LUIS DEL VALLE FRANCO, LA HISTORIA DE UN EXITOSO MEDICO PERUANO CON RAÍCES COPETONENSES

Subaute era el apellido del alumno más premiado del colegio de Chincha Alta, un pueblo peruano ubicado a 200 kilómetros de Lima. Y Luis era su más ferviente admirador. Tal es así que quería ser como él. Entonces, al enterarse que había empezado a estudiar medicina, Luis decidió que en el futuro iba a ser médico. "Yo lo idolotraba a Subaute, porque era el mejor en todas las materias, para mi era como una estrella de rock", recuerda hoy Luis o el doctor del Valle Franco, quien acumula 53 años de servicio y es el más veterano del distrito de Tres Arroyos.
El deseo de igualar a Subaute el joven peruano lo empezó a cumplir en 1952, cuando llegó a la Argentina para estudiar en la Universidad de Buenos Aires. Los gastos de su mudanza a estas tierras las costeó una de sus tías maternas, que estaba casada con el ministro de Hacienda de Perú y tenía una holgada posición económica.
Luis completó una muy buena carrera, y mientras era practicante en el Hospital Piñero y ayudante de la cátedra de fisiología, le llegó una sorpresiva propuesta. "A la guardia del hospital cayó un médico que venía del sur buscando un doctor joven para un pueblo del interior. El médico era Alberto González Mendoza, quien estaba a cargo de la salita sanitaria de Copetonas. Y como yo era el único recibido, terminé aceptando viajar, pero no para quedarme sino para ver de qué se trataba", cuenta Luis, que reconoce que "en realidad le tendría que haber dicho que no".
Al día siguiente, Del Valle salió de la guardia del Piñero y a bordo del auto de González Mendoza recorrió el largo camino hasta Copetonas, en una ruta 3 que "era puro bache". La intención el peruano de hacer una vuelo rápido y pegar la vuelta a Buenos Aires, chocó con el plan del otro médico, que ni siquiera lo dejó descansar un minuto y apenas llegaron al pueblo lo llevó a la casa de distintos pacientes para presentarlo como el nuevo doctor. Después Luis se enteraría que González Mendoza tenía que irse de urgencia por cuestiones de negocios. Así fue que de la noche a la mañana, se transformó en el médico de Copetonas.
Los primeros días fueron duros, porque no tenía un peso en el bolsillo y porque no entraba ningún paciente al consultorio. "Con el paso de las semanas empezó a haber movimiento, sumado a que me había convertido en médico municipal, a fin de mes juntaba un sueldito como para las cuentas y la comida, porque la casa y el consultorio me lo había dejado el otro doctor", dice.
La vida profesional de Del Valle cambió a partir de una visita al domicilio de una señora de apellido Palacio. "Había tenido un ACV y hacía dos años estaba postrada en una cama. Yo cuando la vi no lo podía creer, porque si bien en esa época no existían las drogas actuales, tampoco se recomendaba el reposo. Por suerte en el Piñero entraban casos de ACV todos los días entonces supe como resolver la situación", indica el médico.
"La mujer estaba hemipléjica pero con movimiento, si yo le decía levántese lo iba a poder hacer, pero ahí me acordé de algo que me había marcado a fuego el doctor Egidio Masey, un médico al que le debo mucho de mi formación. El decía que el médico tiene que tener 50% de científico -saber, estudiar, actualizarse-; 45% de calidez humana -ver no sólo el síntoma sino saber qué le pasa al paciente, qué siente, cómo es su vida-; y 5% de artista. Entonces fui hasta el consultorio y volví a la casa con una inyección de un energizante muscular. Se la puse y le dije: 'ahora puede levantarse'. Hice el acto de artista con la inyección, porque en realidad no cambiaba nada en su situación. Pero fue como que le daba un shock, sobre todo para la gente que la rodeaba, y fe a la paciente".
La señora a la semana ya daba la vuelta manzana caminando y sorprendía a todo el pueblo. "La gente decía: 'estaba paralítica, pero el doctor le dio una inyección y la curó'", recuerda Luis. Eso hizo que un mes después, Del Valle tuviera el consultorio repleto de gente. "A partir de ese momento trabajé siempre a consultorio lleno", asegura.
Según recuerda, "venía gente de Tres Arroyos y de toda la provincia, hasta en avión llegaban. Es más, un domingo El Condor fletó un colectivo completo desde Tres Arroyos con pacientes para mi".
Eran tiempos en los que el doctor atendía cualquier tipo de patologías, a nadie le decía que no. Hasta que recibió un llamado que lo puso en alerta. "Un día me llamó el doctor Carlos Campano, cuando atendí supuse que era para criticarme, porque yo había despertado muchos celos en mis colegas de Tres Arroyos, que me tildaban de curandero. Pero no, Campano, sin conocerme, me dijo: 'he visto su trayectoria, anda bien, pero tenga cuidado, todas las patologías graves están yendo para allá, los pacientes que los médicos acá no han podido curar, van a Copetonas, y usted es el último que los atiende. Y si se mueren, usted va a cargar con todos los problemas. Entonces tiene que poner un filtro, a ciertos casos dígales no'".
El ser humano
Para explicar porqué había causado semejante revolución en un pueblo como Copetonas, Luis entiende que se debió a que "me preocupaba por la parte humana, igual que ahora. Yo a un paciente tardo en atenderlo entre una hora y una hora y media. Por eso no me jubilo, hago la medicina que yo quería, porque tengo más tiempo. Pero para hacer eso tengo que cobrar cara la consulta, porque es el único filtro que puedo poner. Si no, otra vez estoy atendiendo hasta las tres de la mañana como me pasó más de una vez".
A mediados de la década del 70, Del Valle se instaló en Tres Arroyos. "Estaba muy aislado allá y, además, todos los pacientes que tenían eran de acá. No tenía sentido quedarme en Copetonas", cuenta. En la década del 80, el doctor abrió una pequeña clínica en la esquina de Sebastián Costa y Moreno. "La tuve que cerrar en la época de la hiperinflación, durante el gobierno de (Raúl) Alfonsín por el atraso con que pagaban las obras sociales", asegura. Y también se especializó en cirugía: "Pero ejercí poco como cirujano porque hay muy poco contacto con el paciente, es algo muy frío. A mi siempre me interesó cuidar a la persona".
Del Valle insiste en que la clave es la parte humana. "El paciente viene por un dolor en el dedo gordo, yo le tomo la presión, veo cómo está del aparato digestivo, le pregunto si duerme, si está nervioso, y después sí, voy al dedo gordo", cuenta.
Ya con 40 años de profesión, Luis entendió que estaba por el camino equivocado. "Me di cuenta que era un agente de venta de los laboratorios, que la medicina que se hace, que se llama científica, en realidad es una medicina química. Que ataca el síntoma. Si vos tenés presión, te dan el remedio, pero si al otro día te olvidaste de tomarlo sos hipertenso. No te cura. El negocio lo hacen los grandes laboratorios, y el médico es un agente", cuestiona.
¿Qué hizo Luis entonces? "Busqué mucho hasta que llegué a la medicina ortomolecular, a la ozonoterapia y a la celuloterapia", explica el médico que luego decidió especializarse en geriatría.
"Ahora disfruto mucho más que antes de mi profesión. Atiendo a los pacientes que quiero y los atiendo bien. Mientras esté lúcido seguiré laburando", dice Del Valle, con 79 años y el reconocimiento del Colegio de Médicos de la Provincia por haber cumplido en el 2010 sus bodas de oro como médico.
Como cada año, la próxima semana Del Valle viajará a Perú. La estadía en su país natal se divide en dos, por un lado la visita a Chincha Alta para ver a la parentela, por otro, el recorrido por la selva amazónica donde estudia las yerbas medicinales como colaborador de la Universidad de San Marcos de Lima.
¿Y Subaute? "Lo busqué una vez en el hospital donde trabajaba en Lima, pero no volví a verlo", dice Luis. Nunca se enteró entonces que fue el inspirador de un médico muy particular.
Nota publicada en Diario La voz del pueblo...



1 comentario:

  1. Leticia Rial Zuccon24 de junio de 2017, 19:32

    Hola Lucho, cuánto me alegro de saber que estás bien, Roberto todavía no se enteró que estoy escribiendo, pero seguro que también él te va a mandar muchos cariños siempre nos acordamos de Vos con mucho cariño. Jajaja, por Vos nacieron 3 Copetonenses nuestras. Te mando muchos cariños y si Dios Quiere espero pronto volverte a ver por Acá y que sigas muy bien tanto Vos cómo Mary y los Chicos (que igual que los nuestros) ya de chicos NO TIENEN NADA. Saludos Lety Rial Zuccon!!!

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