COPETONAS, Tres Arroyos.- Este pueblo bonaerense está enclavado muy cerca del río Quequén Salado y su historia comenzó a escribirse el 11 de octubre de 1912, día de su fundación. Pero sus calles tranquilas y los surcos que se abren en los fértiles campos de la zona esconden restos de un pasado de fortines, malones, guaridas, gauchos bravos y caravanas colonizadoras.

El río brinda a la zona un paisaje pintoresco, con grandes barracas, cuevas y saltos que albergan historias de una patria en formación. En las cercanías del Paso del Médano, a 15 kilómetros de Copetonas, se levantaba un fortín que en 1870 estaba bajo las órdenes del coronel Benito Machado. En ese año el jefe ranquel Calfucurá, junto con su tribu, llegó al compás del galope y el relincho de los caballos al partido de Tres Arroyos. Cuentan que fue el malón más grande de la zona y uno de los últimos, y que los indios se llevaron 45.000 vacunos, además de equinos, lanares y una veintena de cautivos. También hay quienes dicen que por el Paso del Médano desfilaron las tropas del presidente Julio Argentino Roca, en su conquista del desierto.

Sin embargo, Felipe Pacheco, más conocido como "El Tigre del Quequén", es el que da su nombre a las cuevas que se forman junto al mencionado paso: Cueva del Tigre. Pacheco, uno de los bandidos rurales mencionados por León Gieco en uno de sus temas, fue un gaucho que a mediados del siglo XIX merodeaba por estas zonas escapando de la Justicia por un crimen cometido en Lobería.

Luis Aldaz, conocido como "Gorra Colorada", fue el comisario que dio con el escurridizo gaucho en un amanecer de 1875, muy cerca de donde hoy se emplaza Copetonas. El Tigre marchó preso -sólo se lo encontró culpable del crimen en Lobería, pese a los numerosos delitos que se le atribuían- y una vez cumplida la condena se radicó en Toay, La Pampa, donde murió en 1895.

Con la llegada de criollos e inmigrantes de diversas nacionalidades los campos comenzaron a poblarse y se sentaron las bases para el nacimiento de Copetonas, un pueblo rural donde ya no hay perdices y abunda trigo, girasol, soja y ganado vacuno.

Los caminos de hierro

La extensión de la línea férrea de Coronel Dorrego hacia el Este, en 1911, reavivó el sueño del pueblo en los primeros colonos que, hasta entonces, sólo contaban con las esquinas de campo para armarse de las provisiones que la naturaleza no ofrecía. Pedro N. Carrera y Manuel Candia, propietarios de las tierras conocidas como La 21, cedieron 1350 hectáreas para la nueva estación. El 5 de mayo de 1912 la firma J. A. Martínez remató las parcelas divididas en solares, quintas y chacras. Ese día, pese a que la estación todavía no estaba inaugurada, se escuchó por primera vez el silbido del tren, que traía a 300 vecinos de Tres Arroyos dispuestos a mudarse al nuevo poblado.

Poco después, el 11 de octubre, con la inauguración de la nueva línea del Ferrocarril del Sud, se da por fundado el pueblo. Las vías traerían progreso y auge, a punto tal que en la estación, donde hoy se emplaza la comisaría, se embarcaría la mayor carga de cereal del sudeste bonaerense.

Su nombre, de acuerdo con una resolución del gobierno nacional, debía ser elegido por la empresa ferroviaria y fueron los ingleses los encargados de bautizarla. Algunos dicen que los británicos lo llamaron así porque habían estado en un puerto africano llamado Capetown, voz que al castellanizarse sonaría como Copetonas; otros cuentan que ése era el nombre de un barco que encalló en las cercanías de la costa de Reta -uno de los balnearios de Tres Arroyos-; pero la mayoría afirma que el nombre se debe a la martineta, ave que por aquellos años abundaba en la zona y se mimetizaba en los campos o curioseaba a la vera de los caminos y en las inmediaciones del pueblo.

La perdiz copetona es la más elegante de su especie, de figura esbelta y andar distinguido, con un copete puntiagudo en la cabeza y plumaje bataraz. Copetonas hace honor al estilo de la simpática ave y conserva sus calles limpias, los pastos cortados, los monumentos pintados y orden en la vía pública. Seguramente pioneros como Leguizamón, De La Lastra, Christiansen, Aldasoro, Brunand, Emanuele y tantos otros apreciarían con beneplácito el estado del pueblo.

Copetonas es pintoresco, está cuidado. Pero eso no la liberó de sufrir la misma suerte que la mayoría de las estaciones ferroviarias: cuando las vías se levantaron, comenzó el éxodo.

Llegó a tener 5000 habitantes, el periódico La Argentina, un cine, una cooperativa y usina, además de una larga nómina de comercios y dependencias oficiales. Con los años, la lista se acortó, desapareció el diario, el cine, la cooperativa y la garita que repartía la luz en la ciudad pasó a ser monumento y punto de referencia para quienes visitan el lugar. Pero sus 1222 habitantes luchan por conservar su localidad y están buscando la forma de generar puestos de trabajo de la mano del INTA y la Chacra Experimental Barrow, para que Copetonas recupere su vuelo.

Por Carolina Buus
Para LA NACION



ESTACION DEL FERROCARRIL, HOY DESTACAMENTO POLICIAL.-

1 comentario:

  1. Muy bueno este documento de mi pueblo Copetonas,serquita de cumplir 100 años cuantos lindos recuerdos vividos en mi infancia la escuela 25,el club con su cancha de paleta, el cine con mi padre que era uno de los operadores que pasaban las peliculas .Tambien fue capatas del
    decauville.que eran esas vagonetas que recorrian los campos trayendo las bolsas de cereal a la estacion.y mandarlas en vagones al puerto.felicitaciones muy lindos recuerdos

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