El Aconcagua es noticia en muchos medios en esta época por las muertes que se suceden. Existe otro revés de las desgracias, y son las alegrías y los muchos sucesos que se pueden celebrar.
En febrero, un grupo de cinco personas realizaron una travesía por el Aconcagua, el techo de América, de 6962 metros sobre el nivel del mar. Cuatro de ellos pertenecen a nuestra ciudad.
Visitamos a uno de los andinistas que nos relató detalladamente cómo es vivir 15 días en la montaña.
En su casa, ya sin hielo en la barba, nos recibe Walter, oriundo de Copetonas, pero afincado con su familia en nuestra ciudad desde hace más de 25 años.
“La idea surgió a partir de un grupo del que formaba parte que habíamos escalado el Domuyo y el Lanín, y veníamos con ganas de hacer, esto así que salimos a buscar un guía”, comenzó contando Walter Rezutti, contador y docente de 43 años.
La travesía comenzó el 3 de febrero pasado al mediodía en Los Horcones, que es la entrada del Parque Nacional Aconcagua, y terminó en el mismo lugar a las 21 hs. del 17 de febrero. Durante 12 días el grupo ascendió a la ansiada cumbre y en tan sólo 3 días retomó el camino hasta el punto de partida.
Así podría resumirse la travesía hablando en números, pero es imposible un relato simple que omita detalles, dificultades y la solidaridad que surge entre compañeros y el trabajo en equipo. Justamente, todo esto se corona -si la montaña lo permite- con pararse en la cima del Aconcagua.
El grupo
Al principio, se llegó a reunir un grupo de doce personas interesadas, pero por distintas cuestiones sólo Walter contó con la disponibilidad para la travesía. Se contactó entonces con Fernando Arce, un cura salesiano de 39 años, que vive en Zapala y estaba interesado en escalar el Aconcagua.
El contacto con el guía elegido -Esteban Schneider, de 29 años- les permitió conocer a José y Facundo Coustes, padre e hijo de 40 y 17 años, que compartían con Esteban el grupo scout, y a su vez habían escalado juntos en varias oportunidades.
Entrenamiento
“Yo me venía preparando físicamente en entrenamiento de fútbol en liga profesional y haciendo bicicleta pero desde enero empezamos a ir a Sierra de la Ventana y hacíamos el Cerro Ventana, el Destierro, el Tres Picos, y caminatas de 12 horas exigentes, con mochila para ir preparándonos”.
La idea original fue salir el 1 de febrero hasta el día que se pudiera hacer cumbre, teniendo en cuenta unos días adicionales por las dudas ante el mal tiempo. Tenían en claro que la cumbre no la iban a intentar rápidamente, sino a partir del día 11 o 12 de travesía dándole tiempo al cuerpo para que resista la altura y se aclimate.
Comienza la aventura
“Para reunirnos salí primero yo de Bahía y el domingo 1 de febrero me encontré con Fernando en Neuquén, de ahí salimos en auto hasta Mendoza donde nos encontramos con el resto del grupo. El lunes 2 nos encontramos en la plaza principal de Mendoza. Hicimos los papeles de permisos, alquilamos los equipos, compramos los comestibles y llegamos a Los Horcones, que es la entrada del Parque Nacional Aconcagua. Llegamos a las 21 hs. Y alquilamos las mulas para cargar el peso mayor, que entre las cosas que necesitábamos llegamos a más de 200 kilos”, detalló Walter.
El equipo
Botas plásticas, piquetas, y grampones para engancharse en las botas y agarrarse sobre el hielo. Además de llevar la mochila con la carpa, la bolsa de dormir, el aislante, la ropa térmica, abrigada e impermeable, y demás pertenencias, conforman el equipo para la travesía.
En cuanto a comida, se lleva la comida de marcha, relacionada a golosinas fáciles de consumir como alfajores, mantecoles, gomitas, caramelos, etc., y comida que se pueda elaborar dentro de la carpa, por caso fideos con salsa, lentejas, arroz, pescado en lata, y una gran variedad de comida elaborada, pelando verduras e hirviendo los fideos como en su casa pero con las dificultades de estar a 6.000 metros de altura con un mechero con bencina.
De bañarse no se habla… la única higiene es con toallas húmedas.
En la entrada del parque los andinistas reciben una bolsa destinada a la materia fecal y otra para la basura. Ambas deben ser devueltas llenas a la salida del parque. La explicación es para mantener la montaña intacta, pero también tiene que ver con la limpieza de la nieve con la que otros harán agua.
A caminar
En la entrada al parque “pasamos la primera noche a 2.900 metros de altura y al otro día iniciamos la caminata, dejando los autos en el campamento de la entrada al parque. En la siguiente parada, que se llama Confluencia, volvimos a armar la carpa pero ya estábamos a 3.400 metros de altura. Al día siguiente desarmamos todo e hicimos la caminata más larga hasta Plaza de Mulas, que nos llevó 9 horas y ascendimos hasta los 4.350 metros. Ya se siente mucho el peso de la mochila y cuesta mucho más. Llegamos cansados y bastante deteriorados, pero acampamos en el lugar donde tiene destinado el dueño de las mulas”.
Allí comenzaron algunos inconvenientes cuando José y Facundo comenzaron a sentirse mal, con mucho dolor de cabeza, nauseas, y molestias por la altura que ya empezaba a notarse por la presión y la falta de oxígeno.
“Nos quedamos ese día, al día siguiente fuimos a un hotel que está a media hora de allí, en la montaña, dentro del campamento Plaza de Mulas, para movernos un poco. Empezamos a escribir un diario, nos quedamos una noche más e iniciamos el ascenso a un cerro que se llama Bonete que tiene 5.025 metros. La idea fue subir y bajar en el día para ir aclimatando el cuerpo”.
El día en el Aconcagua comienza cuando el sol comienza a calentar a las 9 de la mañana. A esa hora comienzan los preparativos para el desayuno sin salir de la carpa ni la bolsa de dormir, y recién alrededor de las 11 de la mañana se puede salir de la carpa. Caminar está permitido pero sin exigir mucho el físico. Después un poco de movimiento por la zona, en caso de no seguir ascendiendo por aclimatación o condiciones meteorológicas, cocinar, algo de cartas y hasta lectura dentro de las carpas -dos para dormir y una de almacén- y a descansar.
Aventura con riesgos
Nos comenta Walter la importancia de la hidratación. Es necesario cinco litros de agua por día -que se obtiene de la nieve- mientras se marcha, medio litro por hora de caminata y distribuyendo el resto durante todo el día.
“La mochila que llevábamos tenía alrededor de 25 kilos de peso más otros cinco de comestibles. Por eso un día desde Plaza de Mulas ascendimos con los comestibles y los dejamos en Nido de Cóndores que está camino a la cumbre, con la intención de dividir el peso para ascender. De esta manera, llevamos alimento para 4 días y volvimos a bajar, a buscar las demás cosas. Cuando estábamos llegando a Nido de Cóndores nos agarró una gran tormenta por lo que no llegamos, sino que dejamos unos 20 minutos antes el alimento, en lo que se llama Cambio de pendiente, en medio de una tormenta de nieve donde no ves ni al que tenés al lado, tapado con piedras”.
Voluntad y adaptación
Al día 9 de la travesía llegaron los cinco compañeros a Nido de Cóndores ya con todas las pertenencias, pero el menor de la excursión, Facundo, estaba visiblemente descompuesto. Había sufrido un principio de congelamiento en las extremidades y la altura le estaba dificultando la continuidad en la travesía. Pasó dos malas noches y no pudo recuperarse, por lo cual se decidió que junto con su papá bajaron hasta el campamento de Plaza de Mulas para recuperarse, volver a comer y tomar agua.
En el refugio Plaza de Mulas hay una estructura montada por empresas destinadas al turismo específico. Se la llama la Ciudad de tela, porque cuenta con todo, incluso hasta un sector para bailes, un hotel, carpas comedor, con cuchetas, estructurales y las comodidades que puede brindar ese contexto.
“Antes de subir a Nido, tuvimos la única misa para cinco personas en el Aconcagua, que la dio el padre Fernando, que además se llevó los rosarios de Facundo y José para bendecir en la cima. A partir de Nido de Cóndores tuvimos un momento muy duro con la separación del grupo porque el objetivo es que todo el grupo llegara. De todas maneras, seguimos caminando para el refugio que se llama Berlín. Tardamos tres horas y media en llegar y encontramos dos refugios, uno hecho por argentinos y otro por japoneses, ambos en pésimo estado, pero unos metros más arriba encontramos otro refugio hecho por alemanes que está en mejores condiciones. Son de madera y te permiten estar más cómodos”.
Y en Nido de Cóndores encontraron una laguna con una capa de un metro congelada con un agujero de donde sacaron agua. La cargaron caliente en los termos y botellas porque a la hora de iniciada la marcha casi llega a congelarse, teniendo en cuenta que tenían temperaturas de - 20ºC.
“Salimos a primera hora de la mañana, pasamos por el refugio independencia, que es el último antes de la cima y está a 6.400 metros sobre el nivel del mar, a eso de las 7 de la mañana. Después de eso tenés una pared de hielo muy empinada, que la subimos en zigzag y nos encontramos con el último gran escollo que es una especie de canaleta, donde de un lado está el precipicio y del otro es una pared de hielo”.
El 14 de febrero del 2009 a las 12.10, hicieron cumbre
“En el camino nos cruzamos con mucha gente, sobre todo guías conocidos. En el momento que hicimos cumbre había un ex profesor de Esteban con un guía auxiliar y cuatro personas. Nosotros llegamos a las 12.10 hs. Pero el grupo que estaba bajó enseguida y fueron ellos los que nos avisaron que se venía una tormenta”.
Walter comenta que a un grupo le faltaron sólo 10 minutos para llegar a la cima, pero tuvieron que bajar por la tormenta. No se podían quedar a esperar porque no se puede especular con la duración que puede ser de unos minutos o tres días, y si no se cuenta con víveres suficientes y se queda expuesto a la nieve y el frío, se corren muchos riesgos.
“Hubo muchos grupos tratando de hacer cumbre antes de la tormenta, nosotros estuvimos hasta las 13.20 hs. y bajamos… cuando llegamos se desató la tormenta”.
La cumbre
Queriendo poner en palabras lo que se siente al llegar a la cima, Walter dice: “Cuando llegás te encontrás con una meseta, con piso de piedras con partes de hielo, es una meseta de 10 por 15 metros, con una cruz con algunas cosas colgadas.
Cuando te acercás a la cima, está la montaña y vos, es una conexión inexplicable, sentís emoción, pensás en tu familia, en tus amigos que están presentes ahí con las cosas que te prestaron, en todos los que te ayudaron. Sentís esa cosa de la inmensidad, es como que la montaña te permite encontrarte con vos mismo y con la pequeñez humana y la presencia de Dios”.
UN COPETONENSE EN LA CIMA DEL ACONCAGUA
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